5/19/2016
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TERESA PÉREZ / BARCELONA
Vivir en la calle produce estrés, genera miedo y requiere un gran esfuerzo para pelear por cuestiones que desde fuera parecen nimias como ducharse, ir al lavabo o buscar una fuente. Y, además, hay que matar las largas horas que se extienden desde el amanecer hasta que anochece. 


En la calle la vida está cogida con alfileres y en cualquier momento todo se puede torcer porque la soledad suele pesar y los amigos escasean "aunque a veces se crea la figura de un protector que dice que sin él su amigo se perdería", afirman distintos expertos. 

Ser un sintecho no es fácil, pero dejar de serlo es casi imposible y solo suele suceder cuando la salud se quiebra.
A vivir en la calle se llega "por acumulación de pérdidas vitales en un breve espacio de tiempo", reconoce Charo Sillero, coordinadora de uno de los más de 216 grupos de voluntarios que han participado la madrugada del jueves en el recuento de personas que duermen en las calles de Barcelona.

Dormir al raso se produce cuando todo falla."Es como una tela de araña a la que se le van cortando todas las uniones y al final solo queda una y esa también se parte", afirma Iván, un trabajador social del Ayuntamiento de Barcelona, que prefiere no facilitar su apellido.

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