Pero lo normal es que los hechiceros trabajen a puertas cerradas, cuando no hay nadie en el estadio.
Lo curioso de este caso, ocurrido en Ghana, es que estos profesionales del encanto hicieron su trabajo a minutos de que comenzara el partido.
Como si fuera poco, ambos equipos llevaron a su propio brujo. El conflicto era inevitable.
Durante algunos instantes cada uno hizo lo suyo, hasta que a uno no le gustó una técnica utilizada por su rival.
Entonces comenzó una trifulca a la que se fueron sumando cada vez más personas. El partido jamás llegó a jugarse.
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